Miranda de Ebro, una ciudad con mucha historia

Miranda de Ebro ha sido siempre un enclave de excepcional importancia estratégica por su posición geográfica. Cruce de caminos entre La Rioja, el País Vasco y Castilla, fue objeto de deseo y codiciado botín por reinos y ejércitos.  Fueron sus importantes vías de comunicación (sobre todo el ferrocarril) las claves para la transformación de esta ciudad burgalesa, ya en el siglo XIX; de una economía agrícola-ganadera se dio paso a una industrial y de servicios, expandiéndose la urbe a ambos lados del río que da nombre a la misma: el Ebro.

La historia de Miranda de Ebro

El valle sobre el que se asienta Miranda estuvo atravesado por las calzadas romanas más importantes pero era un núcleo de población relativamente pequeño. En la Edad Media, en plena Reconquista, Miranda de Ebro adquiere la Carta Fuera de Repoblación, concedida por Alfonso VI (1099) y, en consecuencia, adquiere un gran peso económico, pues por su puente debían pasar (y pagar tributos) obligatoriamente todas las mercancías que se dirigían al norte de la península.

Con la recesión económica del siglo XIV, la villa perdió protagonismo comercial y gremial pero un par de decisiones de los monarcas de la época consiguieron que Miranda recuperara su fuerza comercial gracias a las ferias (mayor seguridad y sobre todo la exención fiscal de todo tributo, incluido el portazgo, a cuantos feriantes llegaran en ferias fueron determinantes).

Es el siglo XVI el de mayor esplendor artístico de la villa, floreciendo en Miranda un importante foco de escultura romanista, cuyo máximo exponente sería Pedro López de Gámiz. Interés que permaneció durante dos siglos. A finales del siglo XVIII, se produjo un afán urbanístico de estilo neoclásico, entre otros motivos porque gran parte de los edificios de la ciudad desaparecieron tras una riada en 1775 (entre ellos el Ayuntamiento y el puente) y las nuevas construcciones pujaban entre ellas por ver cuál era la más bonita.

La construcción del nuevo puente  fue encargada al arquitecto Francisco Alejo de Aranguren, y es un fiel reflejo de la estética neoclasicista de la época. Hoy en día, el puente de Carlos III es uno de los símbolos de la ciudad. Consta de seis arcadas de piedra de sillería que arrancan de cinco pilas a media altura y es un lugar ideal para contemplar la ciudad, el castillo y el río.

El puente de Carlos III
El puente de Carlos III

Miranda tuvo mucha importancia antes y durante la Guerra de la Independencia. En 1795, cuando las tropas de la Convención Francesa invaden España, el frente de guerra se estabiliza en la línea del Ebro. Los mirandeses plantaron cara a las fuerzas invasoras e impidieron que estas traspasen la barrera natural del Ebro.

Años después, en plena Guerra de la Independencia, el ejército francés se tomaría cumplida venganza contra Miranda, expoliando la villa, llevándose un valioso botín económico y artístico.

Tal y como hemos comentado, el gran despegue mirandés se produce en la segunda mitad del siglo XIX (1864), con la creación de las líneas ferroviarias Madrid-Irún y Tudela-Bilbao. El tren trajo a Miranda crecimiento poblacional, comercial, industrial y, por tanto, económico. Numerosas familias hicieron mucho dinero y la ciudad creció sin descanso durante casi un siglo.

A pesar de haber perdido auge con la aparición de otros medios de transporte, autopistas, etc., actualmente, Miranda lucha por la creación de una plataforma logística de primer nivel que vuelva a multiplicar su dinamismo económico, rememorando aquellos tiempos de bonanza no tan lejanos. La escultura «Vivir Miranda» es la imagen corporativa de este objetivo.

Escultura Vivir Miranda
Escultura Vivir Miranda

Símbolo que representa a la Miranda de Ebro del siglo XXI, es una «m» inspirada en el río Ebro en tres planos superpuestos de tres colores: el azul de agua y cielo, el amarillo dorado del puente, torre y corona, y el rojo de la pedrería que adorna ésta, presente asimismo en los signos de identificación del Ayuntamiento.

Recorriendo Miranda de Ebro

Un paseo por Miranda de Ebro debe incluir el Ayuntamiento, la Casa de las Cadenas y la Casa de los Urbina (todos en la Plaza de España).

El Ayuntamiento
El Ayuntamiento

La Casa de las Cadenas (siglo XVI) debe su nombre a las cadenas de hierro que penden sobre su puerta, concedidas por el rey Fernando VII en 1828 como recuerdo tras alojarse en el edificio. Imita a los hermosos palacios renacentistas  italianos.

Casa de las Cadenas
Casa de las Cadenas

La Casa de los Urbina muestra a la perfección cómo eran las mansiones palaciegas promovidas por los hidalgos mirandeses a lo largo del siglo XVI.

Casa de los Urbina
Casa de los Urbina

También debemos visitar la Estación de Ferrocarril, proyectada por el ingeniero inglés Charles Blacker Vignoles. Es de una de las más estaciones más antiguas de tren de toda España. Destaca el aire victoriano de sus marquesinas. El Teatro Apolo, en la plaza de Santa María es realmente bonito, a pesar de que se nota su restauración relativamente reciente.

Teatro Apolo
Teatro Apolo

En cuanto a edificios religiosos, recomendamos la Iglesia del Espíritu Santo (Siglo XIII), el más antiguo de los templos existentes en Miranda. Conserva su naturaleza románica en el ábside y portada. Sin embargo, la nave es gótica, y su campanario y coro fueron construidos a mediados del XVI. La Iglesia de Santa María (Siglo XVI), dedicada a la Patrona de la Ciudad, la Virgen de Altamira, está edificada en piedra caliza pero, lamentablemente, perdió gran parte de su patrimonio artístico por guerras y desastres naturales.

Iglesia del Espíritu Santo
Iglesia del Espíritu Santo

La Iglesia de los Sagrados Corazones (Siglos XVI y XVII) es un templo edificado con estilo renacentista y barroco, donde estaca la espadaña en la portada de la iglesia.

Para terminar nuestra visita, el mejor lugar para impregnar nuestra retina del recuerdo mirandés es el Castillo, asomado a la cima del cerro de La Picota, desde donde domina el puente sobre el Ebro y la ciudad. Podemos visitar los restos del antiguo Castillo, recordado por viajeros tan ilustres como Jovellanos.

El Castillo
El Castillo

El Castillo tuvo su origen a mitad del siglo XV cuando Diego Sarmiento se apodera de la villa y convierte la iglesia de Santa María en Fortaleza, utilizando sus capillas como establos y profanando las sepulturas del cementerio para construir los cimientos del edificio (hoy en día se pueden ver los lugares donde estaban las tumbas). Desde la Fortaleza, Sarmiento, logró dominar el paso del Ebro y todo el comercio generado por los tributos de él derivados.

Mucho más tarde, durante la Guerra de la Independencia, lo utilizaron los franceses en su huida hacia Francia (Miranda fue clave para dejar libre el paso a las tropas de Napoleón desde Madrid a Francia), destrozando gran parte del mismo cuando huyeron.

Apenas unos años después, en las Guerras Carlistas, fue Cuartel General del Ejercito Isabelino. Con el paso del tiempo, se fue deteriorando progresivamente, hasta que en 1913, sobre el solar en que se asentaba (se utilizaron sus piedras para construir la plaza de toros) se construyeron los depósitos de agua que servían para abastecer al vecindario. Fue el fin del castillo… o no.

Porque desde hace varios años se viene trabajando en la puesta en valor de este elemento patrimonial declarado Bien de Interés Cultural en 1949, intentando que los mirandeses y turistas vuelvan la mirada hacia este señor que domina el Ebro con nostalgia y orgullo. Queda mucho por hacer pero lo más importante ya está hecho: recuperar la memoria y la decisión para devolver a Miranda lo que una vez tuvo.

Junto al Castillo podemos visitar un coqueto jardín botánico, también muy interesante para visitar con niños. Creado en la zona de esparcimiento del antiguo Convento de las Siervas de Jesús ocupa 1.324 m2, compartimentados en los diversos niveles escalonados en los que podemos contemplar plantas y árboles de todas las partes del mundo.

Jardín botánico
Jardín botánico

Gastronomía y Fiestas en Miranda de Ebro

La gastronomía mirandesa ha sabido aunar con acierto elementos de las cocinas castellana, riojana y vasca. El “pincho” es aquí algo tradicional, donde destaca, la morcilla (en especial una de sus variedades, llamada “delgadilla”). También tiene fama el tomate y la repostería (el gosúa es el postre típico, elaborado a base de nata, crema y caramelo). Como no podía faltar, es el vino pieza fundamental en la gastronomía local, donde es protagonista el chacolí mirandés.

Miranda celebra el 12 de septiembre sus fiestas en honor de la Patrona de la ciudad, la Virgen de Altamira. Se suceden verbenas, conciertos, representaciones teatrales, acontecimientos deportivos y la procesión que pasea a la Virgen por la ciudad. Sin duda, un gran momento para conocer Miranda. Aunque siempre es buen momento para conocer esta bonita localidad burgalesa.

Dónde dormir:
Hospedería El Convento
Dirección: C/ San Francisco, 15 – Tel: 947 332 712
Web: www.hotelconventomiranda.com
“Hospedería El Convento” es un hotel de 2 estrellas (36 habitaciones) que se alberga en un convento franciscano del s. XVI, en pleno casco antiguo de la ciudad, y a escasos 10 minutos a pie del centro urbano. También dispone de Restaurante, y es el lugar ideal para aquellos atraídos por la tranquilidad y el disfrute de la Historia, la Naturaleza y la Gastronomía tradicional.

Más información:  
CIMA: Centro de Interpretación de Miranda Antigua (Visitas guiadas gratuitas)
Dirección: C/ San Francisco, 10
Mail: cima@mirandadeebro.es