Braga, cuestión de arte.

Como un ciudadano del Renacimiento, entre en Braga por el Arco de la Puerta Nueva, donde se hacía la entrega de las llaves de la ciudad. Esta llave simbólica le abre las puertas de una ciudad milenaria, que guarda en sus monumentos el brillo del poder que ostentaban sus obispos.
Todavía en tiempos romanos el emperador Caracala elevó Bracara Augusta a capital de la provincia de Galécia, hoy Galicia. Al dominio de Roma le sucedió la ocupación por Suevos, Visigodos y Musulmanes, hasta su reconquista para la cristiandad en el siglo XI. Su Catedral, la más antigua del país, fue la mayor referencia religiosa de Portugal. El dicho popular «más viejo que la Catedral de Braga» se refiere a algo con muchos años y es ilustrativo de su antigüedad. Su poder eclesiástico, tantas veces asociado en tiempos medievales al poder de la espada, se extendió por los reinos de España y Portugal. Bajo la influencia de la Catedral, Braga se fue enriqueciendo con monumentos. En el siglo XVI el arzobispo D. Diogo de Sousa, deslumbrado con la Roma del Papa Julio II, le dio el brillo y la gracia decorativa del Renacimiento.

Braga cuenta con unos 175 mil habitantes y es la quinta ciudad más poblada de Portugal, tras Lisboa, Oporto, Vila Nova de Gaia y Amadora. Geográficamente hablando, Braga se encuentra atravesada por los ríos Este y Cávado. Limita al norte con el municipio de Amares, al este con Póvoa de Lanhoso, al sur con Guimarães y con Vila Nova de Famalicão, y al oeste por Barcelos y Vila Verde.

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