Santillana del Mar, “la villa de las tres mentiras”
Hay destinos que parecen vivir fuera del tiempo. Santillana del Mar es uno de ellos. La primera vez que caminé por su Calle del Cantón, con esas casonas blasonadas que parecen observadores silenciosos de la historia, entendí por qué la llaman “la villa de las tres mentiras”: ni es santa, ni llana, ni tiene mar. Pero también entendí por qué millones de viajeros sueñan con volver. Aquí el pasado no se exhibe; fluye. Se siente en el sonido de los pasos sobre la piedra, en los muros dorados por el sol cántabro, en la tranquilidad que solo pueden ofrecer los pueblos que se saben valiosos sin necesidad de adornos.

Santillana del Mar se encuentra en la costa occidental de Cantabria, entre Torrelavega y Comillas, en un entorno donde la campiña verde se funde con colinas suaves y caseríos dispersos. Es una villa pequeña, compacta, perfectamente preservada, donde es imposible perderse y, sin embargo, cada rincón parece una cápsula diferente: el silencio del entorno monástico, la vida en la plaza, los balcones floridos, los soportales medievales.
Aunque su nombre despiste, el mar está solo a unos kilómetros. La playa de Santa Justa y los acantilados de Ubiarco son una extensión natural de la visita, lugares donde el Cantábrico muestra ese carácter cambiante que tan bien define a esta tierra: a veces sereno, a veces salvaje.
Un pasado que sigue vivo
La historia de Santillana del Mar está marcada por la Colegiata de Santa Juliana, núcleo espiritual y social desde la Edad Media. Alrededor del monasterio surgió la villa que conoceríamos siglos después, un conjunto urbano formado por calles empedradas, palacios renacentistas y torres medievales que pertenecieron a las familias nobles de la región. Lo sorprendente es que gran parte de ese patrimonio permaneció prácticamente intacto. Caminar hoy por el casco histórico es recorrer un museo al aire libre donde cada fachada cuenta una historia.
Pero el pasado de la zona es todavía más antiguo. A pocos kilómetros se encuentra la Cueva de Altamira, uno de los grandes tesoros de la humanidad. Las pinturas rupestres —los famosos bisontes policromados— son un testimonio único del genio artístico de los primeros pobladores de la península. Aunque la cueva original está protegida, el Museo de Altamira ofrece una visita emocionante y rigurosa a través de la Neocueva, una recreación exacta que permite comprender el significado de estas obras sin poner en riesgo su conservación.
La esencia de una villa monumental
Lo que convierte a Santillana del Mar en un destino único no es solo su belleza arquitectónica, sino su coherencia estética. Aquí no hay edificios que distorsionen el paisaje, ni comercios que rompan la armonía visual. Todo está hecho para preservarla como una villa histórica viviente. Los detalles —los balcones de madera, las flores que brotan de cada esquina, los escudos en piedra— son parte de su identidad.
Geográficamente compacta, profundamente ligada a su historia y rodeada de naturaleza, Santillana del Mar es un destino que se siente completo, incluso antes de visitarlo. Pero es al recorrerlo cuando realmente se revela: lento, cálido, con una serenidad que muy pocos lugares pueden ofrecer.
Principales atracciones
La Colegiata de Santa Juliana
Entrar en la Colegiata es hacerlo en el corazón de Santillana. Su fachada románica, robusta y armónica, responde perfectamente a la esencia del estilo. El claustro es uno de los más hermosos del románico español: columnas geminadas, capiteles historiados y un silencio que parece suspendido desde hace siglos. La luz entra oblicua, suave, iluminando relieves que representan monstruos, escenas bíblicas y símbolos medievales.
Es un lugar que merece tiempo. Siempre recomiendo sentarse un momento en el claustro, simplemente a observar. Es ahí donde Santillana muestra su alma más antigua y más pura.
El casco histórico
El casco histórico es una sucesión de calles empedradas donde cada trazado tiene siglos de historia. Edificios imprescindibles:
- Casa del Águila y la Parra, dos ejemplos magníficos del estilo montañés.
- Torre de Don Borja, hoy centro cultural.
- Palacio de los Velarde, uno de los edificios más distinguidos de la villa.
- Plaza Mayor, con sus soportales y la Torre del Merino.
Estas calles están hechas para pasearlas sin prisa, fijándose en los detalles que conectan la villa con su pasado noble.
Museo de Altamira
Visitar Altamira es casi obligatorio. El museo ofrece una excelente interpretación de la vida en el Paleolítico, pero es la Neocueva la que maravilla: un espacio creado con precisión científica que reproduce cada centímetro de la cueva original, incluyendo los colores, la textura y la profundidad de las figuras. El resultado es una experiencia inmersiva que permite entender la magnitud de estas pinturas sin afectar a su conservación.
Zoo de Santillana
Un espacio bien cuidado, familiar, ideal si se viaja con niños. No es un zoológico convencional: mantiene proyectos de conservación, programas educativos y áreas verdes que lo convierten en un paseo muy agradable.
Playa de Santa Justa y Ermita de la Virgen
A pocos minutos en coche, en el pueblo de Ubiarco, se encuentra la pequeña playa de Santa Justa, una cala rodeada de acantilados. Sobre ellos, casi suspendida sobre el mar, la ermita. El contraste entre la piedra dorada y el azul del Cantábrico es una de las estampas más bonitas de la costa cántabra.
Casonas montañesas
Las casas de Santillana representan un estilo arquitectónico muy característico del norte: muros de piedra, balconadas de madera y amplios patios interiores. Muchos de estos edificios son viviendas privadas, pero observar sus fachadas ya es una experiencia. Entre mis favoritas, la Casa de los Quevedo, la de los Bustamante y la de los Cossío.
Artesanía y productos locales
Santillana también es un lugar magnífico para probar quesadas, sobaos, quesos cántabros y cerámica tradicional. Las tiendas del casco histórico mantienen el estilo montañés y contribuyen a ese equilibrio entre historia y vida local.
Consejos, dónde alojarse, cómo llegar
Consejos prácticos
- Madrugar es clave. Santillana es uno de los pueblos más visitados de España y las primeras horas de la mañana son mágicas.
- Zapatos cómodos. El empedrado es precioso, pero irregular.
- Cuidado con el coche. Gran parte del casco histórico es peatonal. Es mejor aparcar en los alrededores.
- Reservar con antelación. Especialmente en verano y puentes.
Dónde alojarse
Santillana del Mar ofrece alojamientos preciosos en casonas históricas:
- Parador de Santillana del Mar — perfecto para vivir la villa con calma, en pleno casco.
- Hotel Museo Los Infantes — una casona del siglo XVIII con un encanto irresistible.
- La Casa del Organista — pequeño, íntimo y con una atención excepcional.
Gastronomía
Imprescindible probar la sopa cántabra, el cocido montañés, los quesos artesanos y la repostería típica (sobao, quesada). Restaurantes recomendados:
- El Castellano, tradicional y muy bien servido.
- El Pasaje de los Nobles, perfecto para una cena especial.
- Restaurante Santillana, cocina local de calidad.
Cómo llegar
- En coche: desde Santander, apenas 30 minutos. Desde Bilbao, 1h30.
- En avión: aeropuerto más cercano, Santander.
- En transporte público: autobuses frecuentes desde Torrelavega y Santander.
Santillana del Mar es uno de esos lugares que invitan a caminar despacio, a dejar que la historia se acerque sin esfuerzo y a descubrir que, a veces, la belleza está en los detalles que sobreviven al tiempo. No es solo un pueblo bonito: es una experiencia sensorial y emocional que se recuerda durante años.
