Logroño, situada en el corazón de La Rioja, tiene sus orígenes en la Edad Media, cuando la ciudad surgió como un importante enclave comercial y de paso para peregrinos del Camino de Santiago. Su estratégica ubicación a orillas del río Ebro facilitó el comercio de vino, aceite y productos agrícolas, consolidando su importancia económica y social en la región. A lo largo de los siglos, Logroño fue testigo de numerosas disputas y defensas, reflejadas hoy en sus murallas y fortificaciones que aún se conservan en el casco antiguo.
Durante la Edad Moderna, Logroño adquirió relevancia política y cultural, acogiendo a nobles, comerciantes y artistas que dejaron su huella en la arquitectura de la ciudad. La Concatedral de Santa María de la Redonda y otras iglesias, así como palacios y plazas, son ejemplo de la influencia de distintos estilos, desde el gótico hasta el barroco, que han dado forma al carácter urbano de la ciudad. Además, Logroño se convirtió en un referente del comercio del vino, un legado que sigue vivo y que define la identidad riojana.
En el siglo XIX y XX, la ciudad experimentó una modernización que transformó su paisaje urbano, incorporando parques, avenidas y servicios públicos, pero siempre manteniendo su esencia histórica. Logroño supo combinar tradición y progreso, preservando sus calles empedradas y monumentos mientras se adaptaba a los cambios sociales y culturales.
Hoy, recorrer Logroño es viajar por la historia de una ciudad que ha sabido mantener su alma medieval y renacentista al mismo tiempo que abraza la modernidad, ofreciendo al visitante una experiencia única entre patrimonio, cultura y gastronomía.
Para quienes visitan la ciudad, hay cinco lugares que no se pueden perder: la emblemática Calle del Laurel, la majestuosa Concatedral de Santa María de la Redonda, el histórico Puente de Piedra sobre el Ebro, el verde Parque del Espolón y el educativo Museo de La Rioja. Cada uno de estos espacios refleja un aspecto distinto de la riqueza cultural, arquitectónica y humana de Logroño.
1. Calle del Laurel y tapas riojanas
La Calle del Laurel es el epicentro gastronómico de Logroño, un lugar donde los sentidos se activan con aromas y sabores únicos. Sus bares y tabernas ofrecen pinchos tradicionales y vinos de La Rioja, convirtiéndose en parada obligatoria para viajeros y locales. Lo especial de esta calle no es solo la gastronomía, sino la atmósfera vibrante que se respira a cada paso: conversaciones animadas, risas y brindis que reflejan la esencia de la ciudad.
Algunos locales conservan recetas familiares de pinchos que tienen más de medio siglo de historia. Desde las clásicas gildas hasta tapas creativas de cocina contemporánea, cada bocado es una oportunidad para sumergirse en la cultura riojana. Los visitantes disfrutan recorriendo la calle en grupos pequeños o haciendo una ruta de bares que se ha convertido en tradición turística y local.
Pasear por la Calle del Laurel al atardecer es como adentrarse en un pequeño festival de sabor y color. La mezcla de gastronomía, historia y modernidad la convierte en una experiencia que trasciende lo culinario, recordando que en Logroño cada esquina tiene un relato que contar, y cada tapa es un pedazo de la identidad de La Rioja.
2. Concatedral de Santa María de la Redonda
La Concatedral de Santa María de la Redonda es uno de los símbolos arquitectónicos y espirituales más importantes de Logroño. Su origen se remonta a la Edad Media, aunque su imponente fachada barroca y las torres gemelas datan de los siglos XVI y XVII. En su interior, los retablos renacentistas y barrocos destacan por su detalle y elegancia, ofreciendo una experiencia estética y espiritual única.

Durante siglos, la concatedral ha sido testigo de eventos históricos: visitas reales, celebraciones religiosas y actos de gran relevancia para la comunidad local. Se cuenta que algunas capillas menores servían como lugar de reunión para gremios y cofradías, convirtiendo el templo en un centro de la vida social además de espiritual.
Visitar la Concatedral es adentrarse en la historia viva de Logroño. Los visitantes pueden admirar su famoso órgano barroco, recorrer los claustros y contemplar las obras de arte que narran la fe y la vida cotidiana de siglos pasados. Cada detalle de la iglesia revela la devoción, el arte y la identidad cultural de la ciudad, haciendo de cada visita un recuerdo imborrable.
3. Puente de Piedra sobre el Ebro
El Puente de Piedra, también conocido como Puente de Logroño, es una construcción histórica que conecta el casco antiguo con las orillas del río Ebro. Sus orígenes datan del siglo XIV, y a lo largo de los siglos ha sido testigo de la historia de la ciudad: paso de peregrinos del Camino de Santiago, comerciantes que transportaban vino y aceite, y escenas cotidianas que daban vida al río.
Este puente es uno de los lugares más fotografiados de Logroño, especialmente al atardecer, cuando la luz del sol se refleja en el río y las torres de la ciudad se dibujan en el horizonte. Pasear por el puente permite contemplar la ciudad desde una perspectiva única y comprender su relación histórica con el Ebro, que ha sido fuente de riqueza, comercio y cultura.
Se dice que en tiempos antiguos las piedras del puente eran consideradas testigos de secretos de comerciantes y peregrinos. Hoy, caminar por el Puente de Piedra es revivir la historia de Logroño mientras se disfruta de vistas panorámicas que combinan arquitectura, naturaleza y patrimonio.
4. Parque del Espolón
El Parque del Espolón es el pulmón verde de Logroño, un lugar ideal para pasear, relajarse o disfrutar de eventos culturales al aire libre. Sus fuentes, esculturas y avenidas arboladas reflejan la evolución urbana de la ciudad desde el siglo XIX hasta la actualidad. Es un espacio donde la historia y la naturaleza se encuentran, ofreciendo a locales y visitantes un lugar de ocio y encuentro.
Se sabe que poetas y escritores riojanos solían reunirse en sus bancos para compartir ideas y versos, convirtiendo el parque en un punto de encuentro cultural. Las estatuas y monumentos que adornan el Espolón recuerdan a personajes ilustres de Logroño, conectando a los paseantes con la historia y el arte de la ciudad.
Recorrer el parque al atardecer o durante las festividades locales permite experimentar la ciudad en toda su dimensión. Cada paseo se convierte en una experiencia sensorial, donde el aroma de los jardines, la brisa del Ebro y la arquitectura cercana crean recuerdos inolvidables.
5. Museo de La Rioja
El Museo de La Rioja, ubicado en un edificio histórico, es una visita imprescindible para quienes desean comprender la identidad cultural y artística de la región. Sus colecciones abarcan arqueología, arte y etnografía, con piezas que van desde la prehistoria hasta la época contemporánea. Entre los objetos más destacados se encuentran restos romanos, obras de arte religioso y vestigios que narran la vida cotidiana de los riojanos a lo largo de los siglos.
El museo ofrece una narrativa completa sobre la evolución de la región y su relación con la ciudad de Logroño, proporcionando contexto histórico y cultural a cada visitante. Las exposiciones temporales permiten también conocer el trabajo de artistas contemporáneos y tradiciones vivas que mantienen la riqueza cultural de La Rioja.
Visitar el Museo de La Rioja es una oportunidad para sumergirse en la historia de la región, apreciando tanto los detalles arqueológicos como las historias humanas que han dado forma a Logroño. Cada sala invita a reflexionar, aprender y conectarse con la identidad profunda de la ciudad.
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