Entre los horizontes infinitos de Tierra de Campos, donde los trigales se mecen al ritmo del viento y los cielos parecen no tener fin, se encuentra Palencia. Esta ciudad castellana, discreta y elegante, no se impone: invita a quien la visita a descubrirla despacio, a perderse en sus calles, a escuchar la historia que sus edificios y plazas susurran. Palencia es un destino que exige tiempo, ojos atentos y paciencia, pero a cambio regala sensaciones profundas, descubrimientos artísticos y momentos de contemplación que permanecen en la memoria mucho tiempo después de regresar.
Palencia no es solo su capital; la provincia completa ofrece un mosaico de pueblos históricos, monasterios, iglesias románicas, rutas jacobeas y paisajes infinitos. Desde Carrión de los Condes, con su patrimonio religioso, hasta Frómista, con su célebre iglesia de San Martín, pasando por pequeños pueblos de la Ribera del Carrión, cada rincón es un testimonio vivo de siglos de historia. El territorio ha sido cruzado durante siglos por peregrinos del Camino de Santiago, dejando tras de sí una riqueza cultural que se percibe en monasterios, albergues, puentes y plazas.

La experiencia en Palencia combina historia, arquitectura, naturaleza y gastronomía en perfecta armonía.
El viajero puede pasear por calles silenciosas, contemplar horizontes infinitos y degustar los sabores de una tierra fértil y generosa. Este reportaje te guía por las cinco joyas principales de la ciudad y su entorno, te muestra la gastronomía local y te sugiere un alojamiento histórico y elegante para completar la experiencia.
La Bella Desconocida: Catedral de San Antolín
Palencia alberga uno de los tesoros más discretos de España: la Catedral de San Antolín, conocida como “la Bella Desconocida”. Su sobria fachada gótica se alza sobre los restos de una cripta visigoda del siglo VII, un espacio subterráneo de piedra que transmite la fe y la historia de los primeros cristianos en Castilla. La catedral comenzó a construirse en el siglo XIV y, debido a los largos períodos de obras, mezcla estilos gótico, renacentista y barroco, ofreciendo un recorrido visual que es un testimonio del paso de los siglos.

Al cruzar sus puertas, el visitante se encuentra con un interior donde la luz entra a través de vitrales medievales, iluminando columnas y bóvedas que parecen tocar el cielo. El retablo mayor, obra de Juan de Flandes, impresiona por su riqueza de color y la expresividad de las figuras. Cada capilla lateral es un pequeño museo: esculturas medievales, pinturas renacentistas y reliquias que cuentan historias de devoción y poder. La capilla de los Condestables, por ejemplo, alberga sepulcros de familias nobles y escudos que narran la influencia de los linajes palentinos a lo largo de los siglos.

El claustro renacentista invita a un paseo pausado entre arcos y galerías que transmiten serenidad. Subir a la torre permite una panorámica única: desde allí se contemplan la ciudad, el río Carrión y los extensos campos de Tierra de Campos, un paisaje que transmite la magnitud y tranquilidad de Castilla. La catedral acoge además conciertos, exposiciones y visitas guiadas que permiten disfrutar de su historia y arte desde múltiples perspectivas.
Entre curiosidades, destaca que durante siglos la catedral fue un centro de peregrinación, y su cripta visigoda, restaurada en los años recientes, permite apreciar restos de mosaicos, capiteles y elementos funerarios que datan de la época prerrománica, conectando al visitante con un pasado remoto que aún se percibe entre sus muros.
El símbolo de Palencia: Cristo del Otero
Mientras la Catedral representa la espiritualidad y la historia interior, el Cristo del Otero es la mirada de Palencia hacia el horizonte. Con 21 metros de altura, esta escultura monumental de Victorio Macho, uno de los artistas más importantes del siglo XX nacido en Palencia, domina la ciudad desde el cerro del Otero.
Victorio Macho diseñó el Cristo como una figura moderna y estilizada que transmitiera serenidad, protección y fuerza. Sus brazos abiertos parecen custodiar la ciudad y la llanura castellana que se extiende hasta el horizonte. Subir al cerro es una experiencia casi meditativa: los trigales, los pueblos ribereños y el río Carrión se revelan a la vista, creando una conexión única con la inmensidad de Castilla.

Junto a la escultura se encuentra la ermita-museo de Victorio Macho, que alberga bocetos, esculturas y maquetas del artista. Allí se pueden apreciar los procesos creativos de Macho, sus influencias y su vínculo con la tierra natal. Los atardeceres desde el Cristo son especialmente memorables: la luz dorada del sol ilumina la ciudad y los campos, mientras la silueta del Cristo se recorta en el cielo, ofreciendo un espectáculo que combina arte, naturaleza y espiritualidad.
Entre las curiosidades, se cuenta que el Cristo del Otero se concibió originalmente con fines conmemorativos y que en su inauguración, en 1931, fue testigo de una ceremonia multitudinaria que reunió a vecinos, autoridades y peregrinos, consolidándose como símbolo de identidad palentina. Su visibilidad desde la carretera permite incluso que quienes pasan por la provincia se asomen a la ciudad y se maravillen con su silueta.
La serenidad del Canal de Castilla
A pocos kilómetros del corazón urbano de Palencia, el Canal de Castilla emerge como un prodigio de ingeniería y planificación del siglo XVIII. Su construcción fue una ambiciosa empresa que buscaba transportar el cereal de Tierra de Campos hasta los puertos del norte, facilitando así el comercio y dinamizando la economía de Castilla.
El canal, con sus esclusas, puentes y caminos ribereños, no solo representa un logro técnico, sino también un espacio de contemplación y disfrute.
Recorrer el canal permite descubrir su historia paso a paso: las esclusas de Frómista, diseñadas para regular el caudal y permitir la navegación, los molinos que aprovechaban la fuerza del agua para moler el grano y los pequeños pueblos a su alrededor, cada uno con su propia historia, como Becerril de Campos o Calahorra de Ribas. Los caminos laterales invitan a paseos a pie o en bicicleta, mientras que la fauna y la flora ribereñas enriquecen la experiencia: aves migratorias que surcan el cielo, peces que brillan bajo el agua y álamos que se reflejan como espejos en la superficie serena.

El canal también ha sido testigo del paso de generaciones, de historias de trabajadores y comerciantes, y de la vida cotidiana de una Castilla que, pese a los cambios, mantiene sus tradiciones. Hoy, además de ser un atractivo turístico, es un espacio para la práctica de deportes al aire libre, la fotografía y la observación de la naturaleza, convirtiéndose en un punto de encuentro entre historia y paisaje.
Durante el verano, los caminos del canal se llenan de ciclistas y senderistas que buscan la tranquilidad de la llanura castellana antes de que el sol alce su intensidad. En otoño, los colores dorados de los campos y los reflejos de los álamos en el agua ofrecen un paisaje que parece detenido en el tiempo, una postal viva de la Castilla rural.
La vida bajo los soportales: Calle Mayor y centro histórico
El centro histórico de Palencia late en su Calle Mayor, porticada, elegante y llena de historia. Pasear bajo los arcos es como recorrer un museo vivo: palacios renacentistas y neoclásicos conviven con librerías centenarias, cafeterías con encanto y tiendas tradicionales donde el tiempo parece haberse detenido.
La Plaza Mayor, corazón social de la ciudad, concentra la vida cotidiana y los eventos culturales. Durante las fiestas de San Antolín, la ciudad se transforma: música, desfiles y actos populares llenan las calles de color y alegría. La arquitectura del centro histórico refleja la evolución de Palencia, desde la Edad Media hasta el siglo XIX, mostrando la riqueza de sus familias burguesas y la influencia de distintos estilos artísticos que se fueron superponiendo con el paso de los siglos.

Entre los edificios más destacados se encuentran el Palacio de la Diputación, con su fachada imponente y detalles ornamentales, y la Iglesia de San Miguel, que ofrece ejemplos notables de arquitectura gótica tardía y arte religioso. Los pequeños detalles, como las farolas, bancos de piedra y azulejos históricos, permiten imaginar la vida cotidiana de Palencia a lo largo de los siglos.

Los paseos por la Calle Mayor se combinan con visitas a parques ribereños y plazas menores, donde el ritmo pausado y el aire de la ciudad invitan a sentarse, contemplar y respirar la calma castellana.
Comercios centenarios, talleres artesanales y cafés tradicionales ofrecen experiencias únicas, convirtiendo un simple paseo en un viaje a través del tiempo.
Un museo que guarda siglos: Museo de Palencia
El Museo de Palencia, ubicado en la histórica Casa del Cordón, ofrece un recorrido profundo por la historia de la provincia, abarcando desde la prehistoria hasta el Renacimiento. Sus salas combinan arqueología, arte y etnografía, mostrando la evolución de un territorio que ha sido testigo de múltiples civilizaciones.

Entre sus piezas más destacadas se encuentran los restos romanos de la Villa La Olmeda, en Pedrosa de la Vega. Sus mosaicos, esculturas y pavimentos revelan la sofisticación de la vida rural romana, con villas que combinaban funcionalidad y belleza estética. Asimismo, los restos visigodos de Pisoraca, la actual Herrera de Pisuerga, permiten comprender la transición entre el mundo romano y los primeros reinos cristianos, mostrando una arquitectura y simbología que aún se percibe en la región.
El museo también alberga colecciones de arte medieval, con esculturas religiosas, retablos y objetos de devoción, así como piezas renacentistas que reflejan la influencia de las corrientes artísticas europeas en Castilla. La sección etnográfica es igualmente fascinante: instrumentos musicales, vestimenta, herramientas agrícolas y utensilios cotidianos permiten al visitante adentrarse en la vida de los habitantes de la provincia a lo largo de los siglos.
Además, el museo organiza exposiciones temporales, talleres educativos y visitas guiadas que acercan la historia de Palencia a públicos de todas las edades. Cada sala, cada vitrina y cada objeto cuentan historias que conectan pasado y presente, haciendo del museo un imprescindible para quienes buscan comprender el alma de la provincia.


